Aunque odias los abrazos y los
bochornosos momentos de cercanía humana, tanto como yo, deberé atacarte con un
abrazo inesperado: de esos que curan el alma, que apagan el más grande
incendio, de esos que te consumen y son como bálsamo.
Te vas como el humo del
cigarrillo. Te esfumas y disipas con los últimos estragos del invierno y yo
queriéndote.
La escuela, la colonia, la ciudad
estará abandonada, vacía, dolorosa, a cada paso más inmensa.
¿Quién será mi otro yo, sino tú?
¿Quién será mi otro yo cuando no pueda más estar conmigo?¿Quién me salvará de
mí, de mis versos, de mis poemas?
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