lunes, 9 de febrero de 2015

Ninguna lengua como la tuya.

Sé que no soy al primero que visitas, ni mucho menos el último, pero deseo que vuelvas, aunque sea, a dejar impregnado tu insoportable y tormentoso aroma en mi cama. 
Eres esa adicción de la cual me avergüenzo, un abismo profundo y oscuro al cual corro sigilosamente, escondiéndome sabe de quién, pero con temor. 
Eres el pecado del cual siempre me arrepiento, antes y después, que no disfruto, sólo cuando mi pene se sumerge entre tu boca. 
No sé cómo sea una adicción, pero esto no podría ser una adicción, si es un tormento a toda hora. ¿dónde queda el gozo si no es tu boca? ¿qué sería de ti sin tu lengua salvaje? ¿Qué sería de ti sin este hombre que se rebaja y se somete, interminablemente, a tu boca, menos cuando intenta besarme?
Te odio y tú lo sabes, te lo he dicho tantas veces, pero irremediablemente, regresas. Sé que no es amor, quizá, y simplemente, te suceda lo que a mí. Nos odiamos, no lo decimos. Nos satisfacemos, obteniendo del otro sólo lo que necesitamos, sin satisfacer al otro. Somos egoístas, nos importa sólo nuestra satisfacción, mas sin saberlo, nos satisfacemos. ¿¡qué diablos es esto!?

Nos buscamos porque no tenemos a nadie más a quien acudir ¿qué pasará cuando allá alguien más? Quizá deba olvidar tu número, eso bastaría. Tal vez sólo tu incesante apetito sexual deba morir. Sï, eso es. Así ya no habría razón para vernos.