Cierto
escritor aficionado a las revistas llenas de verborreas literarias, (aunque vacías de lacónicos e inteligentes argumentos) espectáculos e información sobre vidas bastante
soporíferas de personajes truhanes, un día tomó la pluma entre sus dedos con
gran veracidad y decidió dejarla correr sobre el papel.
Bajo la
tenue luz de la luna sonaba el fino sonido de una guitarra acompañada,
desafortunadamente, de su partenaire vocal. Dicho personaje era vertiginoso en sus
composiciones. Uno de sus más grandes éxitos decía así: "Alguien me puso
el dedo, recuperarla no puedo, ya le explique con manzanas durante
varias semanas" tenía un gran talento para agrupar gente invidente de sus
ojos críticos, no con los que uno mira sin mirar, que por error los lleva bajo la frente y el cerebro.
Escribía una
gran novela. Llevaba ya varios años escribiendo esta historia que se basaba en
entretener a su lector con sucesos simples y cotidianos. Llegó un día en que se
le habían agotado todas sus herramientas posibles para entretener al lector, la
historia comenzaba a ser más tediosa de lo que de por sí ya era: cada acto iba
desde la grandiosa historia de un gran amor que se veía forzadamente a
separarse hasta la ágil idea de la persona que está a punto de morir (me vi
forzado a contar el penúltimo capítulo).
Pasaron 3
meses sin poder escribir ninguna línea, ni mucho menos hablar de alguna idea frustrada
por plasmar. Una noche calurosa de julio vino a su mente una brillante idea, el nombre del último
capítulo, con el mismo que pondría por título a la gran obra maestra: "Un
suceso inesperado".
Sus últimos
renglones serían los más descarados dejaría a su público en...
Fin