Soñé que te soñé. Estabas tú, junto a mí, todo transcurría
tan normal. Sentados en una banca del parque alimentabas a las aves. El clima
era perfecto bajo la sombra. Transcurría pasiblemente el aire entre tus
cabellos y empapaba en mi rostro su frescura.
Giraste tu rostro hacía mí <<¿por qué después de tanto
tiempo vienes y me buscas? ¿te parece justo? tengo 2 hijos y un marido>>
dijo mientras limpiaba con coraje sus lágrimas <<...pero te sigo amando,
...inexorablemente>> sentenciaste.
Me invadió un estupor, quedé mudo. Me dolían sus lágrimas,
su manos húmedas, su respirar agitado. El nudo en la garganta ahogó mis
palabras. El porta retratos que tenía, de nosotros, calló de mis
manos y del susto, me levanté.
El mal sabor, y el resentimiento del sueño estaban aún en
mí impregnados. <<¿Qué pasa, amor?>> Era tu voz. Estabas ahí,
dándome la espalda, cubierta por la sábana. Era tu olor. No recuerdo cuando fue
la última vez que te respiraré. Tomé tu brazo, indudablemente eras tú. Mientras
me abracé a ti con todas mis fuerzas, te dije al oído, "nada amor". Cerré
los ojos. Entre el sueño y la realidad, reabrí mis ojos, no estabas, pero tu
olor estaba impregnado en la habitación. Confié en que estabas por ahí haciendo
algo, cuando me invadió un recuerdo, como miles saetas tapando el sol, justo para clavarse en mí "tu
y yo jamás habíamos regresado, era un 22 de marzo, y era otro cuerpo, la que
abría las ventanas. Tu olor se desvaneció, mujer de humo.