Parece mentira, cada que entro en mi habitación siento tu
mirada sobre mí, espiándome. Como si nunca te hubiera olvidado, y en cambio, te
hubiera aguardado en alguna parte de él y desde ahí me miraras, recordándome
cada una de las historias que vivimos en este pequeño escombro. Cuando alguien
nuevo llega a él tú me dices, tras el oído, qué lugares no debe tocar. Cuando
llega una mujer, me gritas (con amor) que no debe tocar ese mismo colchón donde
estuvimos tu y yo alguna vez. El que ni
yo mismo puedo tocar. Sigues ahí como un fantasma. Cuando me entrego a alguien
más, (me recuerdas que jamás podre escribir sobre tu nombre) me dices lo que yo
mismo no me digo, que trato de llenar tu ausencia. Sigues ahí, como un
fantasma.
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