jueves, 1 de agosto de 2013

Epinicios a la muerte. Epíteto a la vida. (Parte I)

Oscuro, todo es oscuro, mas  llega un viento fresco de allá a fuera. Trae colores mágicos, pero esencialmente el azul. Nubes claras entran calladas, intentando, sigilosamente, que no me percate de su presencia. Ah, si supieran que me percato de su esencia rondando por mi cuerpo, seguro que hoy sería más alegre. La realidad es otra, no lo soy. Como lo he mencionado por una rara  razón todo es oscuro, mis ojos no pueden ver más allá de mis parpados, aún no sé por qué.
No sé ni siquiera quién soy y mucho menos donde estoy, pero peor aún no sé porque tengo un deseo tan  frenético por mirar, por observar algo más que no sean estos colores burdos que me proporcionan mis parpados, cansados y pesados. No sé como soy: si gordo o flaco, si me llamo José o Luis, mas sé, o mejor dicho presiento, que he de ser hombre. Esa es mi única sabiduría, poca cierto, no obstante mi corazón no se alegra de eso.
No soy feliz. Llevo bastante tiempo tratando de definirme qué es la alegría, asumo que a de ser el aire, ese azul y fresco aire que entra cada cierto tiempo, en esta, que intuyo, pequeña habitación. Cuando me pongo a analizar todo, imagino que algún día supe todos estos términos que utilizo, para creer que una habitación es una habitación, o que pequeño es pequeño, o que gordo es gordo. Termino por no entenderme y mis ojos se cansan como si estuvieran abiertos hace horas.
Aunque no puedo ver, sé que viajan a mi alrededor cientos de colores mágicos, que tienen alas enormes como el de las águilas y que se mueven lento al ritmo del tic tac. Que de cuando en cuando suspiran largamente, mas no de cansados de su vuelo sino de cansados de la esperanza que en mi depositan, no sé qué quieren que haga con ellos, deduzco que han ya de saber que no veo. Se acercan cada vez más a mí, sin embargo no me tocan, jamás me tocan.
Desde hace una semana que el rojo, el amarillo y el morado han desaparecido al igual que todos, se han ido desvaneciendo uno por uno, pero aún queda el azul, ¡tiene fe en mí! A pesar de que sé que el azul me es fiel estoy triste, cada vez más triste porque sé que de un momento a otro ¡se alejará de mí, como todos! ¡Estúpidos colores, los odio! ¡váyanse al carajo sin mí!   ¡No me lleven, a donde sea que se vayan, con ustedes!

<<¡¿Qué pasa?!  ¡ese color cambia, ya no es como antes! ¿paso exactamente cuando me enoje? No, lo dudo. ¿y si me vuelvo a enojar? pero cómo... Ah sí, lo sé. Le pediré con todo el coraje del mundo que se vaya a la mierda, que no necesito su puto aire fresco ni su color tan insignificante, pero ¿si se aleja de mí y jamás regresa? ¿qué haré en este estado vegetal? no importa hay que arriesgarse.
-Hey tú, maldito azul, vete a la mierda- ¿será suficiente?- tú, si no puedes hacerme ver, aléjate, no vuelvas más>>


No hay comentarios:

Publicar un comentario