sábado, 9 de marzo de 2013

No hacemos el amor, concluimos el resultado de mirarnos.

No hacemos el amor, concluimos el resultado de mirarnos.


Tu mirada, esa incierta, pero sagaz y juguetona mirada. 
Tus flirteos irresistibles, demandantes de besos, besos apasionados y largos. Tan largos como la noche. ¿Cómo negarme a mirarte o, peor aún, a besarte? No podría. 
Sabía perfectamente que al mirarte, sin duda, encontraría unos labios tiernos y cálidos esperándome. 
Hoy temo a mirarte. Es de día. Un sol radiante que, después del alba, bien cumplía lo prometido. He ahí cuando mi temor crecía. Tus ojos que, al contacto con el sol, tornaban un color mágico. Un brillo único e inigualable. Mi corazón late raudamente, teme el resultado de verte hoy y que, sin poder evitarlo, el sol se refleje en tu rostro. 
¡Oh, mujer, que Dios se apiade de nosotros! Si en el desenfreno de mi pasión al verte, nos convoca el inevitable y tentador pecado de amarnos sin desenfreno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario